
Se trata de objetos que por su uso y utilidad son inseparables de la estética del modelo. Algunos de esos complementos son:
Pañuelo de mano: los hombres lo utilizaban a veces como monedero conteniendo en su interior su escaso capital y cerrándolo con un nudo.
Lanzas de madera: usadas por los pastores para cubrir considerables distancias en muy poco tiempo.
Garrote: elemento casi inseparable del pastor canario y cuyo uso era múltiple, desde la lucha hasta para el dominio de las bestias.
Faltriquera: pequeña bolsa de lana o lino que se colocaba amarrada a la cintura bajo el faldón o delantal y que servía para guardar cosas de poco tamaño.
Alforjas: práctico utensilio para transportar viandas o mercancías. Se confecciona doblando los extremos de un paño y cosiendo los lados.
Mochila o Talega: bolsa de lana que se cuelga al hombro con un cordón, se usaba para transportar cosas.
Zurrón: especie de bolso hecho de piel curtida de baifo despellejado, y que cumplía el cometido de talega aunque también se usaba para amasar el gofio.
Naife o cuchillo: uno de los complementos más destacados y artísticos de la vestimenta masculina. Se lleva colocado en la faja, dentro de una vaina de cuero.
Otros elementos que pueden considerarse como integrantes del traje del hombre son: la tabaquera, que contiene la hoja de tabaco liada, el mechero, la yesca y la petaca.

El peinado se vuelve en un complemento de la indumentaria de la mujer, porque si se cuida ese aspecto, este puede ayudar a realzar la belleza de la persona.
La mujer canaria rara vez se cortaba el pelo, a no ser que fuera por no poderselo cuidar, o también por promesa u ofrecimiento a alguna imagen religiosa.
El arreglo del peinado comenzaba con el lavado con jabón casero, al enjuagarlo, lo hacían con infusiones de tea o tomillo, que aportaba brillo y fortaleza al cabello, para terminar con el cepillado con el batidor, que era cómo se le denominaba al peine. Este solía estar hecho de carey o de hueso.
La mujer recogía su pelo con largas y gruesas trenzas, que eran la base de los pocos peinados que conocemos de la época. Usaban también pequeñas peinetas que podían ser de carey, acero, plata o hueso.
Algunos de esos peinados son:
Peinado de aldabón: doblar la trenza y sujetarla a la coronilla con trabas, también se le conocía como «moño de martillo».
Moño de ruedo: que se hacía enrollando la trenza en espiral y sujetándola con pequeñas pinzas, se podía colocar tanto en la coronilla como en la nuca.
Del peinado de los hombres poco se puede decir, ya que solían estar normalmente con montera o cachorro.
Las joyas son objetos de metales preciosos, que eran más común verlos en las mujeres que en los hombres.
Las mujeres de las clases populares, tal y como podemos suponer, tenían pocas joyas, solían usar aretes, zarcillos, crucecitas, medallas de oro, tumbagas de oro, rosarios de azabache, madreperla o coral, pulseras de coral, botones de oro, relicarios y hebillas para los zapatos y el sombrero.
Las mujeres más pudientes lucían un conjunto de joyas y alhajas más amplio, en cantidad y en calidad, ya que en este caso podemos encontrar trabajos en metales valiosos y piedras preciosas. Toda esta amplia labor de orfebrería llegaba de las colonias americanas.
En Gran Canaria han pervivido tres diseños de zarcillos, ya que las diferentes crisis económicas, las refundiciones y las donaciones, no han permitido que lleguen hasta nuestros días más modelos.
Los aretes son unas piezas de uso generalizado con forma circular y una filigrana a modo de «»S»». Hay múltiples formas y tamaños, pero eso ya dependía del joyero y de las condiciones económicas.
Los zarcillos de gota se caracterizan por su largo apéndice en forma de gota. Se compone de un enganche, del que se sostiene una bola y del cual se cuelga la gota. El metal predilecto para la elaboración es el oro.
Los zarcillos de lazo los forman un rosetón, de donde pende un ornamento en forma de lazo elaborado, que sostiene a su vez unos hilitos de perlas, corales y gotitas de oro. Estos suelen ser unos pendientes muy llamativos. Una vez que se ha eliminado el lazo de estos pendientes, el rosetón pasa a ser el zarcillo más común.
Otro modelo de zarcillos y broches eran los llamados cordobeses, estos eran muy comunes hasta principios del presente siglo.
Entre los varones también había diferencias en este tipo de complementos, es decir, se notaba la diferencia entre las tumbagas, las fiscas, las hebillas, los relojes y bastones.