
A la hora de definir esta prenda nos encontramos con el problema de la diferencia existente entre lo que dice el diccionario de la lengua española y lo que reflejan las láminas de Diston.
En los protocolos, el término capote era utilizado para ambas prendas, pero sí que había una matización en materia de tejidos. Para el capote se usa el barragán, paño, burel, paño fino y otros tipos de lana tupida. Para la beca se utiliza la lana tejida en el país, además esta era generalmente de color crudo.
El capote en cambio, es conocido con otros colores como: azul, negro, crudo y una amplia gama de marrones.
La industria manufacturera de Gran Canaria de fines del siglo XVIII no podía satisfacer la demanda ni con cantidad, ni con calidad, así esta necesidad se cubrirá con importaciones desde Inglaterra.
El término capote servía para generalizar a los abrigos de invierno, como el capote en sí, el marsellés, e incluso la camisuela.
El cuerpo del abrigo del marsellés está hecho de una sola pieza de forma rectangular. Dicho rectángulo se dobla por la mitad a lo largo y se cosen los extremos. Se dejará libre el hueco para meter las mangas. Además se hace un corte en el doblez para formar el cuello, que será de donde se sujete la capa que va detrás.
El cuerpo no tiene botones, llegando su largo hasta las pantorrillas y terminando en forma redondeada.
El uso de la beca duró hasta el siglo XX, pero su decadencia ya había comenzado a principios del siglo XIX, dado la aceptación que estaba teniendo la manta ya que era más económica, igual de abrigada y mucho más fácil de confeccionar.
