
El desarrollo de la industria sombrerera en la Gran Canaria se remonta al siglo XVII, pero los momentos de mayor esplendor se dieron en los siglos XVIII y XIX, llegando a exportándose grandes cantidades de sombreros al resto de las Islas.
La sombrerería fue una industria muy floreciente en Gran Canaria, destacando en las localidades de Arucas y Moya.
Esta actividad desarrolló varios procedimientos para la venta y distribución de los sombreros: la venta directa, ejecutada por los propios artesanos, y que consistía en la exposición y venta en sombrererías adjuntas a los talleres; y la venta ambulante.

El producto más relevante de estos talleres fueron los sombreros, realizados con el pelaje elaborado de animales, también conocidos con el término de cachorro canario. La denominación surge del nombre dado a los sombreros fabricados con pieles de animales, pasando con posterioridad a generalizarse el término a los sombreros de fieltro. Los cachorros de señora se conocían también con los nombres de cachorrillas o cachorra, e incluso más recientemente como sombrero de vieja. Eran de menor tamaño, de ala más corta y más enroscada.
Estamos ante una labor desaparecida. Su decadencia se remonta a principios del siglo pasado, agudizándose en la década de los años treinta del siglo XX. La sombrerería artesanal canaria encuentra su principal causa de desaparición en la impoprtación de sombreros confeccionados industrialmente en la Península (Sevilla, Granada, Barcelona), que se vendían a precios más bajos. Llegando a darse la situación de ser contratados algunos sombrereros locales, para realizar la limpieza y reparación de sombreros en las tiendas importadoras. Otra de las causas de abandono de la actividad es la implantación y posterior generalización, en los talleres artesanos, del uso de pieles preparadas industrialmente y de materiales sintéticos. Y por último los cambios de la moda que ocasionaron que no se usara el sombrero como prenda de vestir, llegando a nuestros días a suceder que sólo algunos campesinos utilizan el simbólico cachorro canario.
Hoy por hoy, los sombreros de fieltro que se venden provienen de la Península, Estados Unidos, Inglaterra y China.
TALLER
El taller de un sombrerero debía estar ubicado en un lugar específico montado para esa función, es más, debido a que en él solían trabajar varias personas, el espacio físico tenía que ser amplio.
La mayoría de los talleres de sombrerería solían tener una dependencia contigua, destinada a tienda donde vender la producción propia.
También los talleres contaban con otra habitación anexa, en la que se realizaban las tareas de limpieza de los sombreros usados, con toda una serie de accesorios imprescindibles para lavar las pieles y ponerlas posteriormente al sol.
En los talleres trabajaban personas de ambos sexos. El maestro artesano se solía encargar de conformar las capelinas, y para ello se situaba en uno de los laterales del taller junto a las diferentes herramientas necesarias para la ejecución de su labor. Al otro lado se colocaban las mujeres, dedicadas a las labores de costura y reparación, con las máquinas de coser que eran su instrumento de trabajo.
HERRAMIENTAS
El sombrerero necesita una gran variedad de herramientas, pues cada una de ellas cubre una finalidad determinada en las diferentes fases del proceso de elaboración.
Las herramientas se pueden clasificar por su función como:
- De corte: tijeras.
- De costura: agujas y máquina de coser.
- De medición: conformador, medida o trazo de alas y medidor de copa.
- De modelado: alargador, brocha, ensanchador, hormas, moldes.
- De perforación: perforador de ojetes.
- De retocado: cepillos.
- De sujeción: pinzas.

MATERIAS PRIMAS
Son diversas las materias primas usadas por los sombrereros para la elaboración de sus productos.
En Gran Canaria los materiales imprescindibles, al menos hasta mediados del siglo pasado, eran el pelo de conejo, cabra o camello; fieltro o piel sintética, goma arábiga, cola de pez, resina de almendro, cuero, tintes, seda, tejido de hilo, gasolina blanca, agua e hilo de cordón.
PROCESO DE TRABAJO
El sombrero consta de una copa y de un ala, además de una serie de complementos que pueden ser o no incorporados. El proceso de trabajo para confeccionarlos es el siguiente:
- Preparar el material elegido.
- Cortar la piel.
- Colocar la capelina en la horma, para ello se ha de elegir aquella que es adecuada para esa forma concreta.
- Conformar la copa mediante el planchado del fieltro. Esto se hace varias veces hasta que el artesano considera que la capelina ha tomado el suficiente apresto y ha conseguido la forma deseada.
- Realizar el ala; se retira la capelina de la horma, y se coloca sobre una base plana, para hacer el recorte del ala con la ayuda de una cuchilla. La formación y apresto del ala consiste en ir planchando sobre ella a la vez que se le va dando con un paño un poco de goma arábiga.
- Incorporar los elementos decorativos, si este fuera el caso; de este paso se encargan las costureras, que le ponen el forro, la badana, el cordón, la cinta, el lazo y los ventiladores.
- Acabar la pieza, para ello se realiza un cepillado y abrillantado de la piel, para lo que se le unta un poco de gasolina blanca.
TIPOLOGÍA
Sombreros, de distintos modelos, y con diferentes destinatarios, según el sexo, la edad e incluso el oficio al que se dedicara el usuario, como el de cura.
A pesar de eso, los sombreros eran todos muy semejantes, lo que solía diferenciarlos era, básicamente, el tamaño, el acabado y la incorporación o no de algunos detalles.
Las mujeres fueron las primeras en dejar de usar los sombreros de forma cotidiana, luego los niños, y finalmente, los hombres, aunque en la actualidad, todavía se puede contemplar, en las áreas rurales, a algunos hombres de edad avanzada tocados con el tradicional cachorro canario.
A principios del siglo XX se realizaban sombreros para uniformes: gorras militares, las cuales se hacían por encargo y las gorras para policía municipal.
Otro tipo de sombreros eran los religiosos. Estos tocados podían ser de tres o de cuatro picos, solían ser de cartón forrados con tela.
Las boinas fueron otro de sus productos, éstas se hacían de fieltros de colores, aunque lo más común es que fueran negras o grises.
Los sombreros de mujer realizados en fieltro, siempre de pequeño tamaño, sin forro ni badana, decorados con unos pompones realizados con lana de colores, son en realidad un modelo artístico que surge después de los años cincuenta como tocado del traje típico de Néstor Martín Fernández de la Torre.
BIBLIOGRAFÍA
La información que a continuación le ofrecemos ha sido extractada de La albardería, la construcción de jaulas de caña y la sombrerería: testimonio oral de tres oficios desaparecidos, de Macarena Murcia Suárez, FEDAC/Cabildo de Gran Canaria, 1998, Las Palmas de Gran Canaria.