
Alrededor de los años 30, Néstor Martín Fernández de la Torre, siguiendo con su particular visión de la Isla, se aventura en la empresa de crear una tradición inexistente que estuviera acorde con su idea bucólica del entorno isleño, y que obedecía a la demanda político-mercantil del momento.
Para él, el traje o vestimenta era como el elemento más destacado de «nuestro paisaje», por eso va a trabajar en ello. El traje resulta ser una herramienta política muy próspera, dado que se proyectó como reclamo turístico.
A partir de 1953 varios grupos folclóricos de las Islas van a protagonizar un intento de resurgimiento de las vestimentas antiguas. Y es que a pesar de que el traje de Néstor tenía muchos detractores, su disfraz era un hito que había marcado un antes y un después en la vestimenta tradicional, por ello es que éstos grupos se aventuran a cambiar esa concepción.
Hay agrupaciones que tienen una gran influencia en la nueva concepción del traje típico. Tienen algunos errores en la vestimenta femenina, en cambio el traje masculino es un compendio de aciertos.

A pesar de esto, el disfraz de Néstor se iba a consolidar como traje oficial de Gran Canaria, de hecho será exhibido como la vestimenta tradicional de la Isla en múltiples actos. Eso sí, este traje sufrirá una serie de modificaciones con respecto al modelo original.
Los trajes que la Sección Femenina promocionó, también se van a caracterizar porque las modificaciones que se hicieron fueron poco favorables, en la mayoría de los casos.
Hay otros grupos que posteriormente han hecho su aportación al mundo de la vestimenta tradicional, y algunos de ellos han paseado por diferentes escenarios un atuendo que es conocido por dar la imagen de un camarero: camisa blanca, pantalón negro y fajín rojo.
También hay casos en los que se ha popularizado mediante su imagen, una prenda concreta, y se asocia a la indumentaria de esa agrupación, generando ideas erróneas.
En 1981, la agrupación «»Gran Canaria»», que era un colectivo con muchas ganas de recopilar cantos, bailes y vestidos tradicionales, y sin ningún medio económico, va a causar sensación en el Festival de Maspalomas de ese año.
Destacaron con la vestimenta femenina puesto que retomaron, aunque con una serie de cambios, el traje de campesina de Las Palmas y él de la mujer de la zona norte de la Isla. Con el traje del hombre, ataviado con polainas, calzón, chaleco y una montera diferente, también causaron una buena impresión. Esto fue un impacto que tuvo consecuencias positivas a posteriori.